“Y estaba allí también Ana, profetisa, que no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.” Lucas 2:36-37
No hay duda alguna que orando aprendemos a orar y cuanto mas oramos, con mas frecuencia podemos orar y mejor oramos. El que solo ora de tarde en tarde nunca puede alcanzar aquel estado valioso de la oración fervorosa.
Tenemos a nuestro alcance un gran poder en la oración, pero tenemos que trabajar para obtenerlo. No imaginemos jamás que Abraham hubiese podido interceder por Sodoma con tanto éxito, si durante todo el tiempo de su vida no hubiese estado constantemente en comunión con Dios.
Toda la noche que Jacob pasó en Peniel no fue la primera ocasión en que él encontró a su Dios. aún podemos mirar a la oración mas selecta y maravillosa de nuestro Señor con sus discípulos antes de Su Pasión, como la flor y fruto de Sus muchas noches de devoción y de la mucha frecuencia con que se levantó antes de amanecer para orar.
Si una persona sueña que va a llegar a ser tan poderosa como desee en la oración, sin esfuerzo, piensa muy equivocadamente. La oración de Elías que cerró el cielo y después abrió las puertas de las aguas, fue una de las largas series de oraciones con que Elías suplicó al Señor. No olvidemos que la perseverancia en la oración es necesaria para prevalecer orando.
Aquellos grandes intercesores a quienes no se les nombra con la frecuencia que se debe en relación con los mártires, no obstante fueron los mayores bienhechores de la iglesia, pero el llegar a ser tal clase de canales de la misericordia para los hombres, lo consiguieron permaneciendo en el lugar de la oración. Para orar, tenemos que orar y continuar en oración para que continúen nuestras oraciones.
C. H. Spurgeon.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación, el espíritu en verdad está pronto, mas la carne es débil.” Mateo 26:41
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario