El poco cuidado que prestamos en esperar las respuestas que pedimos, muestra el poco fervor de nuestras peticiones. El labrador no se contenta sin la cosecha, el tirador observa si la bala da en el blanco, el médico espera el resultado de la medicina que manda, y el Cristiano, ¿debe permanecer sin prestar atención al efecto de las peticiones que hace a su Padre Celestial?
Cada oración que el Cristiano hace con fe y en conformidad con la voluntad de Dios, por la cual Él ha prometido, si se ofrece en el nombre de Jesucristo y bajo la influencia de Su Espíritu, bendiciones temporales o espirituales, o ha sido contestada o será contestada plenamente.
Dios siempre contesta al designio y la intención general de las oraciones de los suyos, cuando lo que pedimos lo deseamos para Su Gloria y para nuestro bienestar eterno y espiritual. Así como no podemos encontrar que Jesucristo rechazase ni a uno solo de los que le suplicaron misericordia, tampoco creemos que ninguna de las oraciones que se hagan en Su nombre han de ser en vano.
La respuesta a la oración puede estar aproximándose, aunque no percibamos su venida. La simiente que yace bajo el suelo en el invierno, está formando su raíz con el fin de crecer y dar su cosecha, aunque no aparezca sobre el terreno y dé la impresión de estar muerta y perdida.
Las respuestas retardadas a la oración, no son solamente pruebas de la fe, sino que nos dan oportunidades de honrar a Dios por nuestra firme confianza en Él, bajo rechazamientos aparentes.
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